sábado, 20 de febrero de 2010

Keep Breathing

Bajo aquel macabro de invisibles escombros un dedo anular titubeaba, obligando al más pequeño de la diestra mano a que se mueva con él. Aquella extremidad –prácticamente la única ilesa- yacía junto a su rostro.

Todo su rostro estaba contra el frío pavimento, dejando ver su espalda. Su cadera, algo torcida, daba paso a sus piernas particularmente separadas: la izquierda se escondía bajo la máquina mezclándose con el penetrante olor de la bencina; la derecha –ya sin forma alguna- aún permanecía en el vehículo, como rehusándose a salir de aquella finita y mortal prisión sobre ruedas; su pie fue atrapado por uno de los pedales, esos que no supo utilizar en el momento preciso.

Quien lo viera desde lejos no sabría decir si estaba vivo o muerto. Su caja torácica ejercía movimientos imperceptibles cuando el oxígeno ingresaba.

Vida y convivencia en base a petulancia y oportunismo lo lleva a compartir sus sordos lamentos con el escarchado suelo que le entumecía la mejilla….Solitario bajo las tenues y magnánimas luces nocturnas…

Desgarrada piel cortada por cristales rotos…aquellos que con humillación fueron limpiados por su servidumbre….”pobres infelices” los llamaba…

Pobre infeliz él, que ahora sus dientes eran separados por hilillos de sangre. Desdichado ser humano que por un efímero desenfoque en esa inhóspita ruta se condenó a afrontar su agonía con huesos rotos, soberbia aplastada y apenas moviendo dos dedos…

Un ligero parpadeo…

Se levanta. El mismo lugar, el mismo día, la misma hora.

Sin recuerdos.

Más cálido.

Avanza hacia unos arbustos sin pensar. Se recuesta sobre su espalda mirando fijamente las estrellas. Sólo respirando…Ignorante de todo. Ignorante de las centellantes luces que de pronto aparecieron; ignorante de las cámaras, de los otros vehículos, de la camilla; ignorante del veloz trayecto, de la reanimación, de las órdenes, de la desesperación, de la prisa.

Sólo sigue respirando…indiferente ante esa pequeña y agitada habitación; indiferente ante quienes rodeaban la camilla en el centro, ante el homogéneo pitido que soltaba una de las máquinas; indiferente ante las miradas culpables, ante la sábana blanca con que cubrieron toda la cama.

Sólo seguía respirando…sin preocuparse del inerte cuerpo que ahora trataban sin cuidado; sin preocuparse de que con una prisión de madera separaban ese costal de huesos rotos del mundo; sin preocuparse de que lo sumergían y que la tierra que caía en ritmo constante lo separaba aún más.

Sólo respiraba…cobijado por el abrigo que el lúgubre firmamento le ofrecía.

Al soltar su último suspiro la oscuridad lo tomó, entregándole de vuelta una indescriptible tranquilidad en su soledad….esa que durante toda su vida repudió….repudió del que nunca nadie se enteró…

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