sábado, 20 de febrero de 2010

Al borde

Era un típico atardecer de invierno. Árboles desnudos, calles vacías y el firmamento cubierto, anunciando la caída de cristalinas gotas; la temperatura baja a cada minuto.

¿Por qué es tan rechazado un paisaje así?

Familias se refugian de la ausencia de calor. Se reúnen alrededor de trozos de agonizante madera en llamas, bebiendo de humeantes tazas en sus manos…y sin embargo, sus dientes siguen castañeteando.

Eso es lo común. Es lo obvio: estar en casa. No en el hogar de inertes cuerpos; no recordando antiguos dolores; no derramando solitarias lágrimas.

El –hasta el momento- apacible viento mecía los castaños y sueltos cabellos de esa joven, aquella que desde que entró a ese silencioso recinto había fijado su mirada en una dirección, y no la había cambiado.

Quizá no era la mejor ubicación, quizá no era una impactante edificación, quizá no tenía lujosos adornos, pero era lo que habían podido ofrecerle a aquel organismo sin vida.

Sólo seguía observando. Sentada en la tumba aledaña; sentía algo de pena por quien estuviera en las profundidades de aquella pues, desde que concurría allí, veía las mismas rosas marchitas, el mismo nicho enmohecido y el mismo pasto tratando de crecer. Desde la posición en la que se encontraba, sus ojos daban directo con la fotografía de aquella persona que había partido hace algún tiempo. Los orbes en el papel detrás del vidrio que lo protegía eran iguales a la mirada parpadeante.

Aquella pequeña –quizá no tan pequeña- prefiere sentirse amenazada por la lluvia, prefiere el penetrante frío, prefiere el implacable viento que comenzaba a aumentar su velocidad, prefiere entumir sus manos tratando de mantener una vela encendida, prefiere el temblor de su cuerpo. Hace un año su protectora, su heroína, su referente, se fue. ¿Vale la pena recordar las circunstancias? El sujeto aquel sigue suelto…¿Alguien más la acompaña en el recuerdo? ‘Inmunda familia’, murmura para sí. ‘Tropa de cínicos que sólo les interesa el protocolo’, agrega. Ni siquiera los padres se han acercado a llenar de agua los vacíos frascos de la tumba de su primogénita.

La triste joven sólo deja que las lágrimas corran mientras observa cómo se mece aquella violeta que dejó amarrada a la oscura cruz.

Llora desconsolada. Tantas palabras no dichas, tantos mimos no entregados, tantos consejos no pedidos. Situaciones que han llevado su mente al límite, y su hermana, esa sonrisa que era su refugio, ya no estaba. ¿Ve alguna salida? Ninguna recomendable, ninguna con altura de miras, ninguna que mida las consecuencias; sólo una inevitable.

Se levanta. Las lágrimas ya han secado. Su cabello se mueve con más fuerza. Contempla los pétalos de aquella violeta que dejó. Sin palabras se despide y anticipa un reencuentro. Voltea; le encuentra un beneficio a la ubicación en que se encuentra.

Sonríe con sarcasmo, con sorna, con desprecio, con cinismo, con resignación. Sólo un par de pasos la separaban de un barranco cuyo único final era el alborotado mar. Avanza hasta quedar a portas de su extinción. Como si estuviera en trance, observa el mar, observa la espuma que salvajemente choca contra las rocas. Comienza a razonar, y con ello su decisión titubea. Sordos sollozos salen de su boca, pidiendo ayuda; pero no hay nadie. Y se da cuenta. Se da cuenta que está al borde de un risco, se da cuenta que está al borde de la demencia, que le dará la peor lección a sus padres, se da cuenta que está al borde de perder todo lo que construyó, al borde de arrepentirse, al borde de dar el siguiente y último paso, al borde de ser salvada al sentir un roce en su muñeca…pero no hay nadie, al borde de decepcionar a todos, al borde de ser una cobarde, al borde de cometer un irremediable error, al borde de acabar con su vida…

No choca contra las rocas, sino contra la espuma; se tiñó de rojo. El mar se la llevó de inmediato.

Se entregó con esperanza y no con dolor. Aunque ya había caído seguía con aquella macabra sonrisa: sólo seguía a su hermana.

¿Alguien la vio? Sólo el cuidador de aquel cementerio, quien se limitó a tragar saliva sonoramente en señal de miedo; ignorando lo sucedido siguió con su trabajo…’No es mi asunto’, pensó a la par que en el viento se mecía el último pétalo de aquella violeta que fue amarrada un año atrás.

Keep Breathing

Bajo aquel macabro de invisibles escombros un dedo anular titubeaba, obligando al más pequeño de la diestra mano a que se mueva con él. Aquella extremidad –prácticamente la única ilesa- yacía junto a su rostro.

Todo su rostro estaba contra el frío pavimento, dejando ver su espalda. Su cadera, algo torcida, daba paso a sus piernas particularmente separadas: la izquierda se escondía bajo la máquina mezclándose con el penetrante olor de la bencina; la derecha –ya sin forma alguna- aún permanecía en el vehículo, como rehusándose a salir de aquella finita y mortal prisión sobre ruedas; su pie fue atrapado por uno de los pedales, esos que no supo utilizar en el momento preciso.

Quien lo viera desde lejos no sabría decir si estaba vivo o muerto. Su caja torácica ejercía movimientos imperceptibles cuando el oxígeno ingresaba.

Vida y convivencia en base a petulancia y oportunismo lo lleva a compartir sus sordos lamentos con el escarchado suelo que le entumecía la mejilla….Solitario bajo las tenues y magnánimas luces nocturnas…

Desgarrada piel cortada por cristales rotos…aquellos que con humillación fueron limpiados por su servidumbre….”pobres infelices” los llamaba…

Pobre infeliz él, que ahora sus dientes eran separados por hilillos de sangre. Desdichado ser humano que por un efímero desenfoque en esa inhóspita ruta se condenó a afrontar su agonía con huesos rotos, soberbia aplastada y apenas moviendo dos dedos…

Un ligero parpadeo…

Se levanta. El mismo lugar, el mismo día, la misma hora.

Sin recuerdos.

Más cálido.

Avanza hacia unos arbustos sin pensar. Se recuesta sobre su espalda mirando fijamente las estrellas. Sólo respirando…Ignorante de todo. Ignorante de las centellantes luces que de pronto aparecieron; ignorante de las cámaras, de los otros vehículos, de la camilla; ignorante del veloz trayecto, de la reanimación, de las órdenes, de la desesperación, de la prisa.

Sólo sigue respirando…indiferente ante esa pequeña y agitada habitación; indiferente ante quienes rodeaban la camilla en el centro, ante el homogéneo pitido que soltaba una de las máquinas; indiferente ante las miradas culpables, ante la sábana blanca con que cubrieron toda la cama.

Sólo seguía respirando…sin preocuparse del inerte cuerpo que ahora trataban sin cuidado; sin preocuparse de que con una prisión de madera separaban ese costal de huesos rotos del mundo; sin preocuparse de que lo sumergían y que la tierra que caía en ritmo constante lo separaba aún más.

Sólo respiraba…cobijado por el abrigo que el lúgubre firmamento le ofrecía.

Al soltar su último suspiro la oscuridad lo tomó, entregándole de vuelta una indescriptible tranquilidad en su soledad….esa que durante toda su vida repudió….repudió del que nunca nadie se enteró…

Vagas y cortas líneas a mis personajes...

Una mirada que ya no expresa porque está cansada de hacerlo, cansada de humedecerse, cansada de no ser auténtica, cansada de permancer estoica.
Noches delirantes e insoportables; mente que no logra enfocarse y sucumbe ante su fragilidad.
Quisiera que salgas del papel, que cortes los hilos con los que sellé tu boca y susurres palabras ligeras que levanten siquiera mis párpados.
Quisiera que salgas del papel, que tus ojos retornen a ti y que con una dulce mirada me hagas despertar; que tus rasgados oídos escuchen estos suplicios.
Quisiera que salgas del papel, que no seas una ilusión, que el humo de tu cigarro medio muerto sea un reconfortante incienso.
Quisiera que salgan del papel; son en lo único que confío; son lo único real a pesar de su irrealidad.

Stairs

Siete peldaños. Sólo siete pequeños niveles que la separaban de su haz de salvación.

Sacando fuerzas que nunca creyó tener logró arribar desde su lecho hasta el inicio del desnivel que ahora tenía frente a ella. Con un titubeante paso llegó hasta el muro en donde ahora se apoyaba. Su inestable Postura daba cuenta de lo eterno que se le hizo ese pasillo –aquel que antes recorría en un par de segundos.

Sus ojos se le cerraban solos; la poca visión que obtenía eran sólo borrosas imágenes que la llenaban de incertidumbre.

Súbitamente llevó su mano hasta su boca; el río escarlata se escabullía de entre sus dedos.

Su vientre, víctima principal de aquella certera bala que actuó como verdugo, era otra fuga del rojizo líquido.

Exasperada decidió continuar con sus esfuerzos y aumentar el poco trayecto que llevaba; de todas maneras, avanzara o no, el resultado sería el mismo…

Primer peldaño. En un esperanzador momento su mente reacciona y la visión retorna paulatinamente.

Segundo peldaño. El fugaz despertar se mantiene; la confianza aumenta; a pesar de la debilidad logra razonar los primeros pasos.

Tercer peldaño. Un hálito cargado de dolor y de congoja; el movimiento al bajar comprime esa profunda herida.

Cuarto peldaño. Primer titubeo de bajada; casi resbala, esta vez la punzada fue aún más intensa; esa perforación le palpitaba tan fuerte y rápida como su corazón.

Quinto peldaño. Aquella mano debió abandonar sus labios; sus pasos eran más inestables y el miedo comenzaba a ganarle al –ahora- efímero ímpetu.

Sexto peldaño. Apoya su cuerpo contra el muro que –para su fortuna o infortunio- colindaba con esa escalera; su respiración se torna irregular –más que antes-, se le van las energías. La sangre no da tregua a su escape y la inconsciencia comienza a envolverla.

El séptimo y último peldaño. Levanta un pie para apoyarlo contra el suelo…y no puede, queda suspendido en el aire dando cuenta de su derrota. Su rostro se inclina involuntaria y bruscamente y los últimos restos de sangre descienden en cascada. Aquel pie cae pesadamente, y con él, se desmorona el aplomo de aquella mujer que pensaba que sería tan sólo un día más…sin algún desequilibrado suelto con un arma en su poder.