sábado, 31 de julio de 2010

Sueño Interrumpido

Abro mis ojos con pereza; siento mi boca seca y una de mis brazos dormidos. Después de unos segundos descubro que mi seño fue interrumpido por alocados motociclistas que, probablemente, hacían carreras clandestinas cerca de mi casa; refunfuño un poco para mí mismo. Me acomodo hasta quedar sentado sobre mi cama. Enciendo la lámpara azul que está sobre mi velador, junto a mí; me estrujo los ojos para poder acostumbrarme a la luz. Miro el reloj; suspiro; casi las cuatro de la madrugada. Por un momento me alegra darme cuenta que aún estoy lo suficientemente cansado como para volver a dormirme de inmediato, sin embargo recaigo en el apetito que siento repentinamente; ahora recuerdo que ni siquiera almorcé el día de ayer. Solté aire decepcionado al pensar en que seguramente no quedaría nada muy apetitoso en la cocina; mi padre no era muy responsable en cuanto a tener comida constantemente en casa. Pero tan rápido como había pensando tan sólo volver a dormirme, vino a mi mente la imagen de un plato con frutas que quedó junto al refrigerador; un bocado tan saludable como ese no tendría porqué hacerme mal aunque fuera a esa hora, me dije a mí mismo.

Hacía un poco de frío así que busqué un pantalón para salir de mi habitación, me puse las pantuflas y emprendí camino. Mi cuarto era el más alejado de la cocina y la luz del pasillo estaba hasta el otro extremo de donde me encontraba yo. Sin embargo, como ya estaba amaneciendo, algo de luz alcanzaba a iluminar mi recorrido.

Paso junto a la puerta que da a la habitación de papá y me regreso al notar que no está cerrada del todo; algo bastante curioso considerando lo maniático que es él en cuanto a esas cosas: le enfurece que las puertas queden abiertas. Atiné a cerrarla con el menor ruido posible para no despertarlo. Seguí avanzando por el pasillo cuando de pronto aquella débil pero útil luminosidad me hace notar un tono oscuro que no concordaba en el cerámico; me acerco lentamente; descubro que, de hecho, es una especie de charco, un charco espeso y oscuro que, con horror observo, viene de la habitación de mi hermana. Comienzo a sudar frío; trago saliva sonoramente mientras mi temblorosa mano se acerca al picaporte. Al abrir la puerta el sonido de las viejas bisagras hace que me estremezca aún más y que mi pulso se acelere. Mi respiración se detiene por unos segundos; no puedo mirar más allá, me basta con ver los pies de mi hermana que cuelgan desde el borde de la cama, inertes, pálidos y con un hilillo de sangre que llega hasta la punta de sus dedos; reprimo una mezcla de sollozo y grito llevándome una mano a la boca. Al instante recuerdo la puerta entreabierta de hace un momento y me vuelvo sigilosamente. Ingreso a la habitación con sumo cuidado; ya hay más luminosidad, las casi transparentes cortinas de ese cuarto me lo hacen saber. Me paralizo al ver el cuerpo de mi padre sobre su cama, sentado y con cerca de una docena de cuchillos por todo su torso; en el pecho, en los hombros, en el cuello, quizá en su espalda; sus ojos aún están abiertos, pero claramente con una mirada inexistente. Estoy empapado de un sudor que me congela; comienzo a retroceder lenta y silenciosamente hasta que mi espalda alcanza la pared del pasillo. Me siento completamente desorientado; por alguna razón atino a mirar hacia mi derecha y es en ese momento cuando recaigo en la posibilidad de que la persona responsable podía aún estar aquí. A pesar de que la resignación me invadió totalmente en esos escasos segundos, de todas formas intenté escabullirme hacia mi cuarto. Sólo di un par de pasos cuando escuché un disparo seguido de una sensación de entumecimiento, caí al instante y mi mirada se dirigió a mi pierna derecha, víctima de la bala. De pronto siento que el tiempo avanza más lento, se me nubla la vista pero alcanzo a captar la figura del asesino que se acerca a mí con varias armas punzantes en sus manos, a medida que se mueve, deja que la luz del sol me llegué directamente, haciendo de esta situación algo incluso más agónico. Finalmente apoyo mi rostro contra el suelo, no puedo hacer más. Interna e infantilmente maldigo mis ganas de ir a comer esas manzanas en la madrugada; maldigo que mi sueño sea tan ligero como para despertarme con el sonido del tráfico, de los motores; maldigo haber salido de mi cuarto porque ahora que lo veo desde esta posición, realmente no parece una habitación lo absoluto, tan escondida que pasaba desapercibida totalmente. Quizá si hubiera esperado unos minutos más para salir el asesino se habría ido; quizá si mi sueño no hubiera sido interrumpido estos no serían mis últimos segundos vivo.

domingo, 18 de julio de 2010

Rainbow

A little present for my sis c:


De fondo, la melancólica melodía de piano; una de las tantas que te encantaba escuchar en las, a veces, eternas tardes de invierno. Siempre decías que era una canción un tanto gris…quizá por eso la disfrutabas, porque contrastaba contigo…Durante esas cálidas horas en casa solías mirarme a través de aquel caleidoscopio que construimos juntas, mientras yo tocaba el piano a la luz de las velas; reías y te deleitabas por cómo se mezclaban los colores cuando girabas aquel tubo.

Nunca entendí porqué te gustaban tanto los colores; de hecho aún no lo entiendo; lo comparabas todo con ellos. Cada vez que mis dedos caían sobre una tecla yo escuchaba un sonido y tú veías un color; mis melodías se transformaban para ti en un espectáculo visual.

La tarde de hoy es lluviosa y con una gris melodía de fondo, como las de antaño. Me detengo para acercarme a ti. Un pequeño vidrio me impide tocar tu rostro, pero me conformo con mirarte. Me conformo, y sin embargo extraño tus ojos abiertos, extraño aquel brillo especial que tenían cada vez que divisaban el arcoíris, cada vez que salías corriendo al balcón cuando el sol interfería en la danza de las descendentes gotas…como ahora…

Abro las cortinas para que seas bañada por esa luminosidad. Observo una vez más la habitación. Se ve igual a como cuando éramos pequeñas; la alfombra marrón, las paredes verde pálido, el cielo raso blanco inmaculado, el jarrón azul que casi rompimos más de alguna vez, las estanterías de caoba barnizadas, las violetas en el florero anaranjado que siempre debían estar ahí para mamá; el verde, rojo, blanco, amarillo de las decenas de arreglos florales traídas especialmente para ti.

Me volteo para mirar hacia el lago. Teniendo al arcoíris frente a mí, en todo su esplendor, y casi sin respiración, comprendo porqué te fascinaba, porqué veías todo de ese modo, porqué con una sonrisa en el rostro siempre decías que cruzarías nadando el lago para atraparlo. Con lágrimas bajando por mis mejillas me vuelvo a acercar a ti; te veo con dulzura y en silencio, y con una sonrisa te prometo, hermana mía…”te regalaré el arcoíris”.


domingo, 11 de julio de 2010

Vidrio Empapado

Sólo la punta de sus dedos surcaba el gélido cristal; formaban angostas rutas a medida que se arrastraban sobre la superficie.

Su acompasada respiración se armonizaba con la afable mirada que ofrecía a nadie en particular.

Amaba la lluvia. Sentía que era una de las más puras expresiones de la naturaleza. Mas los recuerdos que provenían al mismo tiempo no eran tan hermosos en comparación al paisaje que ahora veía.

Eternas tardes saltando y riendo bajo aquellas juguetonas gotas… Eso era en un principio; algo que para muchos sería utópico para ella era un diario vivir.

Sin darse cuenta, la lluvia ya no era una compañera de diversión, era su refugio, era el hombro sobre el cual llorar. Fue su consuelo cuando le arrebataron a su padre de su lado; y cada noche en que a su mente volvía la imagen de su cuerpo mutilado y agonizante. Aquellas gotas se convirtieron en el escondite de sus lágrimas, incluso de su sangre, la que desde su intenso escarlata pasaba a ser un débil río rosa que recorría sus ropas.

No podía huir.

Después de cada paliza propinada por una imitación de padre, pasaba largas horas viendo el llanto del cielo…

De la misma manera que lo hacía ahora…

La amplia habitación no hacía más que aumentar el frío, y la oscuridad presente no hacía más que ocultarle su pesar.

¡Cómo anhelaba esos infinitos minutos en que esos charcos la hundían hasta las rodillas!

¡Cómo extrañaba alzar su rostro para recibir de lleno esas puras gotas con el solo pretexto de sentirse viva!

Ahora ni el gélido aire que la rodeaba calaba en su ser. De entre sus labios teñidos de un pálido violeta salía su aliento visible ante sus ojos…y se plasmaba en aquélla superficie borrando la marca de sus dedos.

La punta de su nariz enrojeció, y su piel ya era totalmente inerte a cualquier sensación; ni siquiera se percataba de que un débil camino de sangre había avanzado bastante.

Las escarlatas gotas que pendían de su rostro o bien caían en sus ropas o se estrellaban contra el suelo.

Hacía caso omiso a la debilidad que se asomaba… Pasar horas sin detener una herida trae sus consecuencias.

Era víctima de su propio pasado. Y quién sabe dónde estaría el charlatán responsable de las rojizas manchas; aquel intento de hombre que alguna vez le juró amor eterno.

Prácticamente sin pensarlo se pone de pie sin perder de vista el objeto de su atención. Sentía profundas ansias de estar una vez más bajo la lluvia –aunque sea una última vez.

Con un débil pero constante paso cruzó el umbral de su puerta encontrándose con los primeros goterones. Su sentido táctil comenzaba a retornar.

Avanzó más hasta detenerse en el mismo lugar que había estado observando. El agua chocaba contra ella de una forma que no esperaba. Su inerte piel volvió dolorosamente a la vida. Al principio sentía las gotas como pequeños alfileres que trataban de despertarla; pero esas tímidas puntas de pronto se volvieron hostiles navajas que penetraban cada rincón de su cuerpo. Comenzó a encogerse y encorvarse acongojada. Atinó a apoyarse y posteriormente sentarse en el banco que había llamado su atención dentro del paisaje que le permitía ver el cristal. Quedó estática, sólo con una mueca de sufrimiento en su rostro. El daño que sentía, en un principio mental, comenzó a manifestarse. Los pseudos puñales avivaron su braveza; su piel comenzó a rajarse, y a medida que las gotas volvían a chocar una y otra vez con las heridas, éstas se profundizaban cada vez más.

Ya no quedaban rastros de su pálida superficie. Sólo la cubría un escarlata manto. Su piel había sido calcinada por esa lluvia que tanto amó.

Reuniendo fuerzas que ya no tenía, alzó su mirada quedando prendida de aquel vidrio empapado que reflejaba su última y patética imagen.

A medida que las gotas de sangre caían y se mezclaban con los charcos de lluvia, su persona se iba desmoronando.

Sólo esperaría hasta secarse…

sábado, 10 de julio de 2010

[?]

What are you looking at?
I'm looking at those words floating through the air....that dirty air.....I can't see those words very well....
I need to see the sea; I need to see an island, the trees....
Maybe I need to talk to those people who taught me how to live this life, how to understand these letters I'm writing, these words I'm thinking, these sentences I'm creating....

When was the last time I created a world? Funny question considering I see a million different worlds every time I open my eyes....."complete your thoughts, write them!", I don't feel able...
When was the last time I heard screams?

Please!
Give me a sheet of a paper, give me a pencil, maybe a word.....and I'll create a new world for you.....

sábado, 3 de julio de 2010

Mariposas

Debo admitir que sus creaciones eran bellísimas; las pinturas, dibujos, los bordados…pero era enfermizo. Dejó de comer, de asearse, para seguir armando esas figuritas de papel. Las pocas veces que hablaba era para contarme las mismas historias de cuando ella era pequeña y pasaba sus infinitas e infantiles tardes en los prados, revolviéndose entre los miles de colores que ofrecían las flores.
Pero en el último tiempo ya casi no pronunciaba palabra alguna, sólo de improviso soltaba frases de alabanza hacia un inexistente jardín que –al parecer- divisaba desde una de las ventanas del comedor; luego suspiraba y en un tono nostálgico decía al vacío que "ellas volverían para jugar como antes".
Me sentí extraña todo el día, y para mi infortunio debía ir a la ciudad de inmediato.
Le pedí expresamente que no hiciera nada, que se quedara tranquila hasta que yo volviera…
Han pasado algunos minutos desde que volví; está lloviendo, lo escucho y siento las diminutas y frías gotas caer sobre mí y recorrer mi –seguramente- pálido rostro; permanezco en la entrada de la casa y desde aquí tengo una perspectiva completa. No puedo evitar pensar en lo que debió sufrir para hacerse esas heridas…sólo tenía los instrumentos para bordar. Y sin embargo su rostro muestra una tranquilidad que me inquieta. La sangre avanza a través del viejo piso de madera y casi alcanza mis pies.
La lluvia se detiene. Un par de rayos de sol repentinamente me nublan un poco la vista, cuando me doy cuenta todo el prado está cubierto de diferentes clases de flores; a lo lejos diviso el arcoíris que termina por completar el multicolor paisaje.
Observo nuevamente el cuerpo. Seguramente su inocente obsesión le hacía recordar los momentos agradables de su vida…al menos eso atino a decirme para comprenderla.
El sol traspasa la ventana e ilumina el rostro de mi madre, dejándome ver su expresión de paz y a su infinidad de mariposas plasmadas de diferentes maneras por todas partes.
Noto un ligero movimiento cerca de mí, al voltearme veo decenas de mariposas que se acercan; en silencio las admiro y en silencio observo cómo atraviesan el umbral de la puerta. Se posan sobre el cadáver, dando vueltas en el aire; de a poco se les unen las mariposas pintadas, las mariposas bordadas, las mariposas dibujadas, las mariposas de papel; todas en una lenta danza mientras flotan.
Después de todo, mi madre tenía razón…"ellas volvieron para jugar", como antes.