sábado, 3 de julio de 2010

Mariposas

Debo admitir que sus creaciones eran bellísimas; las pinturas, dibujos, los bordados…pero era enfermizo. Dejó de comer, de asearse, para seguir armando esas figuritas de papel. Las pocas veces que hablaba era para contarme las mismas historias de cuando ella era pequeña y pasaba sus infinitas e infantiles tardes en los prados, revolviéndose entre los miles de colores que ofrecían las flores.
Pero en el último tiempo ya casi no pronunciaba palabra alguna, sólo de improviso soltaba frases de alabanza hacia un inexistente jardín que –al parecer- divisaba desde una de las ventanas del comedor; luego suspiraba y en un tono nostálgico decía al vacío que "ellas volverían para jugar como antes".
Me sentí extraña todo el día, y para mi infortunio debía ir a la ciudad de inmediato.
Le pedí expresamente que no hiciera nada, que se quedara tranquila hasta que yo volviera…
Han pasado algunos minutos desde que volví; está lloviendo, lo escucho y siento las diminutas y frías gotas caer sobre mí y recorrer mi –seguramente- pálido rostro; permanezco en la entrada de la casa y desde aquí tengo una perspectiva completa. No puedo evitar pensar en lo que debió sufrir para hacerse esas heridas…sólo tenía los instrumentos para bordar. Y sin embargo su rostro muestra una tranquilidad que me inquieta. La sangre avanza a través del viejo piso de madera y casi alcanza mis pies.
La lluvia se detiene. Un par de rayos de sol repentinamente me nublan un poco la vista, cuando me doy cuenta todo el prado está cubierto de diferentes clases de flores; a lo lejos diviso el arcoíris que termina por completar el multicolor paisaje.
Observo nuevamente el cuerpo. Seguramente su inocente obsesión le hacía recordar los momentos agradables de su vida…al menos eso atino a decirme para comprenderla.
El sol traspasa la ventana e ilumina el rostro de mi madre, dejándome ver su expresión de paz y a su infinidad de mariposas plasmadas de diferentes maneras por todas partes.
Noto un ligero movimiento cerca de mí, al voltearme veo decenas de mariposas que se acercan; en silencio las admiro y en silencio observo cómo atraviesan el umbral de la puerta. Se posan sobre el cadáver, dando vueltas en el aire; de a poco se les unen las mariposas pintadas, las mariposas bordadas, las mariposas dibujadas, las mariposas de papel; todas en una lenta danza mientras flotan.
Después de todo, mi madre tenía razón…"ellas volvieron para jugar", como antes.

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