viernes, 15 de abril de 2011

A Beloved Shadow

Que sea de noche, como en aquella ocasión. Con la luna, mismo testigo que prestó sus rayos para no privarme de visión. Pero que ahora mi culpable palma esté solitaria, sin el puñal que me acompañó -nos acompañó- en aquella ocasión.

La albina luz se escurre entre los oxidados fierros que forman una para nada embellcida ventana y que quedan fuera de mi alcance, de mi tacto; mas no es trascendente.

Uno de mis pies se mueve, arrastrándose, causando fricción entre la suela y la arenilla a la que estoy tan acostumbrado a sentir en ese frío suelo. No escucho nada más, no concentro mi mirada en nada más, pero sé que aquéllos que están despiertos mueven la cabeza buscando el origen del sonido, pero al mismo tiempo sabiendo la respuesta por sí mismos; ya se han acostumbrado a mí.

Ya era casi un ritual. ¿Para exculparme? Quizá. La verdad es que sólo al verla recordaba mi antigua caballerosidad y la invitaba a bailar.

Tal como aquel día, en que lo que aún desconozco tomó posesión de mí, ansiaba la lluvia, ahora añoraba alguna sonata o un ritmo lento al azar que me permitiera crear figuras danzantes cual escritor llena las hojas de papel en blanco.

Siento el ritmo que traes de aquel lugar que jamás conoceré por mi acto cometido.

Te guío hacia mí, de la misma forma que te acorralé contra la pared poseído de ira. Unos pasos hacia atrás, me sigues; aquella vez retrocedí también, pero no me seguiste, más bien intentaste huir y tu vista se dirigía al sucio acero que asomaba entre mis dedos y que sabías -que sin culpa alguna- terminaría siendo tu verdugo. Seguimos moviéndonos al compás de un ritmo inexistente y que de la nada empiezo a tararear.

Mi suela presiona y presiona la arenilla cada vez que arrastro mi pie.

Llega el clímax de la canción, al igual que llega el tope de mi ira, al igual que llega el fin de tus suspiros por el puñal que ha atravesado tu piel y te deja inerte frente a mi, frente a al tímido rasocinio que se asoma a través de mí.

Terminan las notas musicales y comienza la desesperación en mi mirada. Te he quitado la vida, a ti, dulce ser de cautivante mirada, a quien juré protección eterna. Termina el baile y nos relajamos; miro el rostro que no esta ahí y, como cada noche, ruego tu perdón; no dices nada pero sé que sonríes...es mi consuelo para cerrar los ojos cada noche.

Silencio nuevamente, pero no es aquel escalofriante silencio que me rodeaba cuando me preguntaba el porqué. Observo tu silueta, una ahora oscura silueta; pero te recuerdo a la perfección.

-¡Duérmete! -escucho desde la celda que está frente a la mía. Aquel ruido discordante al ambiente provoca que tu silueta se esfume....como cada noche. Me dirijo a mi prospecto de cama habiendo expiando mi culpa por hoy.

Estoy pagando mis acciones como debo, por una cantidad de años que ya olvidé.

Nada importa.

Nada importa si tengo la fortuna de danzar siquiera con tu sombra.

1 comentario:

  1. Me emcanto, maravillo, simplemente genial.
    lo mejor es que me pude hacer la imagen mental de todo, logre sentirme como la victima y el victimario de "esta danza de la muerte" en donde la ira y el amor se fusionaron para crear la perdicion del relator.

    (Aplausos!)

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